La mañana de este jueves, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) confirmó el hallazgo sin vida de Rodrigo Badilla Valverde, de 48 años, quien había sido reportado como desaparecido desde el pasado 18 de agosto.
De acuerdo con el informe preliminar, días después de la denuncia se localizaron en el sector del Cerro Pico Blanco la motocicleta y pertenencias de Badilla, pero no se tenía rastro de él. Desde entonces, la Sección de Delitos Varios del OIJ activó el protocolo de búsqueda y coordinó labores conjuntas con la Cruz Roja Costarricense, el Benemérito Cuerpo de Bomberos y unidades caninas especializadas en localización de personas.
El hallazgo se produjo este jueves cuando un vaqueano de la zona encontró el cuerpo montaña adentro y dio aviso inmediato a familiares y autoridades.
Agentes de las secciones de Delitos Varios e Inspecciones Oculares y Recolección de Indicios se trasladaron al sitio para realizar el levantamiento del cuerpo y las diligencias correspondientes.
El cuerpo de Badilla fue remitido a la Morgue Judicial, donde se le practicará la autopsia que permitirá determinar la causa y circunstancias de su muerte.
La empresa AeroCaribe Air Charter presentó una denuncia penal por homicidio culposo contra varios funcionarios de la Dirección General de Aviación Civil (DGAC), a quienes responsabiliza por el accidente de la avioneta TI-GER ocurrido el pasado 25 de noviembre cerca del cerro Pico Blanco, en Escazú, y que dejó cinco personas fallecidas.
La denuncia, interpuesta ante la Fiscalía de Pavas, señala supuestas fallas en la gestión del espacio aéreo y en los protocolos de atención de emergencia que, según la compañía, influyeron directamente en el siniestro de la aeronave Cessna 206 Stationair. La avioneta volaba de regreso desde Barra del Tortuguero, en Limón, con destino al aeropuerto Tobías Bolaños, en Pavas, el cual estaba cerrado por mal tiempo.
“Existieron acciones y omisiones por parte del personal del centro de control del radar de la DGAC, que conllevaron al desastre aéreo”, indicó la firma a través de un comunicado firmado por su representante legal, el abogado penalista Federico Campos Calderón. Según el documento, los funcionarios del control de tránsito aéreo dieron instrucciones bajo reglas de vuelo por instrumentos (IFR) que no consideraron la altitud mínima de seguridad en la zona montañosa.
De acuerdo con la denuncia, el piloto fue instruido a mantener una altitud de 6.500 pies, pese a que el mapa oficial de vectores exige un mínimo de 10.000 pies para ese sector. La aeronave desapareció del radar cerca de las 12:30 p. m. y fue localizada horas después en una empinada ladera entre los cerros Cedral y Rabo de Mico, a más de 2.100 metros de altitud.
Entre las víctimas mortales se encontraban el piloto Mario Miranda Ramírez (40), la copiloto Ruth García Chavarría (26), el empresario Enrique Arturo Castillo Incera (56), Jean Franco Segura Prendas (28) y Gabriela López Calleja Montealegre (64), directora de la Fundación Horizontes. La única sobreviviente fue Paola de los Ángeles Amador Segura (31), quien estuvo hospitalizada durante varias semanas.
El abogado Campos afirmó que también representa legalmente a las familias de tres de las víctimas, quienes exigen el reconocimiento de responsabilidades penales y civiles, así como una indemnización por los daños sufridos.
Consultado sobre la denuncia, el subdirector general de Aviación Civil, Luis Miranda Muñoz, aseguró no tener conocimiento del proceso y se abstuvo de dar declaraciones sobre el caso por encontrarse en investigación.
La operación de búsqueda del TI-GER se realizó con el apoyo de aeronaves privadas de AeroCaribe y CarmonAir. Fue precisamente un avión de esta última empresa, pilotado por Everardo Carmona, el que avistó los restos del aparato siniestrado cerca de las 2:00 p. m.
Este trágico accidente conmocionó a la comunidad aeronáutica nacional y reabrió el debate sobre los protocolos de control aéreo en condiciones climáticas adversas.
Ubicado en el corazón de la Cordillera Volcánica Central, el imponente Cerro Pico Blanco se alza como uno de los tesoros naturales más emblemáticos. Con una altitud de 2.271 metros sobre el nivel del mar, este cerro no solo ofrece una de las vistas más impresionantes del Valle Central, sino también una experiencia única para los amantes del senderismo y la naturaleza.
Sin embargo, a pesar de su atractivo escénico, expertos y autoridades locales hacen un llamado a la precaución a quienes planean visitar este sitio. Pico Blanco no es un sendero turístico tradicional: el ascenso puede ser desafiante, con tramos empinados, vegetación espesa y zonas donde el camino se vuelve confuso o resbaladizo, especialmente durante la temporada de lluvias.
No es una caminata para principiantes”, advierte Carolina Morales, guía de montaña con más de 10 años de experiencia en la zona. “Aunque el cerro no es el más alto de la región, la ruta es exigente y se necesita un buen estado físico, además de orientación y preparación adecuada”.
En los últimos años se han reportado varios incidentes de extravío, lesiones e incluso rescates por parte de la Cruz Roja Costarricense, algunos de los cuales han requerido horas de operación para poder evacuar a los excursionistas. Las condiciones del terreno, sumadas a la falta de señalización y la poca cobertura telefónica, pueden convertir una caminata recreativa en una situación de riesgo.
Por ello, se recomienda a quienes deseen visitar Pico Blanco:
No ingresar solos; hacerlo en grupo y preferiblemente con un guía local.
Informar a familiares o conocidos sobre la ruta y la hora estimada de regreso.
Llevar suficiente agua, comida ligera, ropa adecuada y protección solar.
Portar un mapa o GPS, así como un botiquín básico.
Respetar la naturaleza y no dejar basura.
Además, es importante recordar que parte del acceso a Pico Blanco atraviesa propiedades privadas, por lo que es fundamental contar con los permisos correspondientes y respetar las normas de ingreso.
El Cerro Pico Blanco representa un símbolo del patrimonio natural del Valle Central. Disfrutarlo con responsabilidad y conciencia es el primer paso para garantizar que futuras generaciones también puedan maravillarse con su belleza.